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Eternidad

Han pasado cuatro años sin el eco de tu risa contagiosa, sin tus ocasionales imitaciones del Pato Donald que llenaban nuestros corazones de alegría, sin tus cálidos abrazos a tus nietos, sin el delicioso aroma de tus comidas preparadas con tanto amor flotando por nuestra casa. Hoy nos encontramos perdidos en pensamientos sobre ti, rememorando esos momentos serenos en nuestra casa de playa, donde soñábamos con un futuro lleno de promesas y esperanza, un futuro donde finalmente tendríamos todo lo que siempre quisimos tener.

El dolor de cómo nuestra patria no logró defender nuestros derechos perdura en nuestros recuerdos, obligándonos a romper nuestras promesas y buscar una vida mejor lejos de tu reconfortante presencia. Al mirar atrás, el arrepentimiento inunda nuestros corazones por el tiempo que nos sumergimos en nuestros estudios y ambiciones, descuidando la oportunidad de regresar a ti, de abrazarte, de besarte. Hoy, la agonía de tu ausencia es profunda. Esos buñuelos, siempre esperando en la esquina, y tus juguetonas preguntas sobre nuestra hambre—aunque hubiéramos comido recientemente—son la esencia de aquellas tardes dichosas. Nos reuníamos para ver las animaciones limitadas permitidas por el gobierno en la televisión nacional, encontrando alegría en los placeres simples en medio del caos de una nación atribulada.

Ser tu nieta fue una fuente de inmenso consuelo, un privilegio y un honor. ¿Cómo olvidar nuestros bailes al ritmo de cualquier música que sonara, o esas películas de misterio que me instabas a ver hasta el final, enseñándome a percibir las verdades del mundo? Tu presencia era constante, un pilar de apoyo inquebrantable.

Hoy, nuestros corazones están cargados de tristeza. Perder a un ser querido no es una herida que se cure; es una carga que aprendemos a llevar, con recuerdos que inmortalizan las imágenes grabadas en nuestras mentes. Al reflexionar, atesoramos cada momento mágico que pasamos juntos con profunda devoción. Cuando cierro los ojos, aún puedo verte, siempre alegre, llamando a tu “Viejo” desde lejos para que te trajera un nuevo ingrediente que estabas experimentando. Si cierro los ojos, veo tus hermosos ojos azules, llenos de alegría y una sed de vida, tus palabras no dichas transmitiendo calidez y risa. Si cierro los ojos, puedo sentirte, abrazarte, oler la esencia de tu presencia, que permanecerá conmigo mientras camine por esta tierra. En esos momentos, con los ojos cerrados, estamos juntas, y el dolor de extrañarte disminuye.

Estoy segura de que un día, no muy lejano, no necesitaré cerrar los ojos para verte. Mi corazón descansa tranquilo sabiendo que crearemos recuerdos aún más hermosos que los que atesoramos hoy. Mis ojos bellos, te extraño hoy, no más que ayer o mañana, pues siempre residirás en las cámaras de mi corazón.

Amándote eternamente,

Tu nieta





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